La semana pasada tuve que pasar varias decenas de minutos en una sala de espera. En la era del smartphone, aún quedan algunas revistas [nota del editor: estarían desfasadas si la prensa aplicara un DLC en cada tirada]. En definitiva, me he quedado sin batería y no me queda más remedio que recurrir a una de estas viejas revistas de papel… ¡el colmo cuando trabajas en una imprenta!
Conectado en el modo de la vieja escuela, y a riesgo de mi vida, me arriesgo a coger estas hojas de celulosa probablemente cargadas de todas las bacterias y virus presentes en la tierra. [Sí, soy uno de esos desagradecidos que no tienen ninguna consideración con las revistas que nos ahorran tener que contemplar las costras que cuelgan en las paredes de las salas de espera para matar el tiempo].
Aquí, ¿un chicle ecológico?
En fin. Al hojear las páginas, me encuentro con unas líneas de información sobre el lanzamiento de un «nuevo chicle ecológico«. Sacando un bolígrafo de mi bolso, garabateo una nota en un papel, porque me gusta la idea de poder contarle este hallazgo arqueológico.
De hecho, si el artículo no es de ayer, no es tan antiguo: 2011 igualmente. El periodista anuncia el lanzamiento de un caramelo masticable biodegradable. El producto se llama REV7 y lo comercializa la pyme británica Revolymer (especialista en polímeros).
Cada año se producen en el mundo unos 374.000 millones de pastillas de goma de mascar, es decir, 3 millones de toneladas (Fuente: Le Monde). Hay que tener en cuenta queun chicle clásico tarda 5 años en desaparecer en la naturaleza. Viendo el estado de las aceras de nuestras ciudades, parece que muchos chicles no acaban en la papelera: tantas pequeñas incivilidades que repercuten en el medio ambiente.
Un chicle biodegradable que no es tan revolucionario
Si la fórmula química desarrollada para concebir REV7 permite obtener un producto biodegradable en 6 meses, el equipo del proyecto que encontró su nombre se excedió un poco (Rev significa Revolución).
Tuve la suerte de quedarme en las Cícladas, la tierra de Ulises. En el mar Egeo, cada isla tiene su historia, su particularidad y sus especialidades. En Quíos, se puede encontrar Mastiha, un chicle natural ancestral. Los griegos mastican verde desde hace mucho tiempo, pero no son los únicos que tienen su propio chicle ecológico. Más recientemente, en México, la marca Chicza lanzó una pastilla elaborada con látex natural del árbol Sapotil, un frutal.
En fin, todo esto para decir que no entiendo por qué no encontramos más chicles responsables en las estanterías de nuestros supermercados, cuando existen técnicas de fabricación ancestrales… pero no desespero: ¡la revolución verde está en camino!