Consumo

Consumo


Todos los seres vivos que conocemos consumen recursos; toman materia y energía del medio que les rodea para desarrollarse y vivir. El ser humano no escapa a esta norma, obteniendo todo de la Naturaleza. Sin ella, nosotros y nuestra economía, dejaríamos de existir.


Pero nuestra rutina diaria transcurre lejos de estas reflexiones, y en los países considerados desarrollados, consumir o ir de compras no es ya tanto un acto de supervivencia sino cada vez más una alternativa de ocio.


El consumo mundial aumenta año tras año


De modo que el consumo mundial aumenta año tras año, no sólo porque somos más personas en el Planeta, sino porque el consumismo -o incluso el hiperconsumismo- se consolida como el estilo de vida normal en los “países desarrollados” y, desde hace unos años, arraiga también con fuerza en los países con “economías emergentes”, como China, India o Brasil.


Según un estudio publicado, en 2009, por el Sustainable Europe Research Institute (SERI), en colaboración con Amigos de la Tierra Europa y Global 2000, titulado Overconsumption?


Our use of world´s natural resources, hoy consumimos un 50% más de recursos que hace 30 años, a pesar de que la actual economía mundial utiliza aproximadamente un 30 % menos de recursos para producir 1€ de Producto Interior Bruto (PIB).


Conviene recalcar que el consumo global de recursos no se reparte de manera uniforme entre todos los habitantes del Planeta sino que existen grandes diferencias sociales, hasta el punto de que en las sociedades más ricas se consume hasta 15 veces más recursos naturales por habitante que en las más pobres, según datos del informe antes mencionado.


Mientras muchísimas personas tienen dificultades para acceder a recursos básicos como los alimentos o el agua, otras vivimos en sociedades de consumo, en las que aumenta la compra de cosas superfluas, que no son necesarias para vivir con un nivel de bienestar suficiente, y que acumulamos o que desechamos con enorme rapidez.


El consumo de productos y servicios -y el sistema político-económico que lo promueve- actúa sobre las personas, las sociedades y el medio ambiente, provocando cambios, positivos unas veces, negativos otras.


Los impactos negativos son más evidentes cuando el consumo se torna excesivo o ejerce demasiada presión sobre algún recurso concreto; y pueden ser locales, apreciables en el lugar donde se produce el consumo, pero también en lugares alejados, o pueden tener consecuencias globales.


En las personas, la felicidad prometida por la publicidad resulta efímera y requiere de un mantenimiento del consumo -cuando no de un aumento- para poder prolongarla en el tiempo.


También puede ocurrir que, en lugar de generar felicidad, nos produzca frustración al no responder a nuestras expectativas bien porque no era lo que esperábamos o porque no somos conscientes de que con esas compras no satisfacemos necesidades más profundas que están demandando nuestra atención.


En la medida que prima el tener y no el ser, la publicidad puede generar alienación o pérdida de identidad y de autoestima, derivando en problemas psicológicos como depresión o ansiedad.


Por otra parte, un consumo excesivo puede llevarnos a experimentar problemas físicos, como la obesidad en el caso de la ingesta abusiva de ciertos tipos de alimentos.Desde el punto de vista social, puede dar paso a problemas sociales de falta de equidad en la distribución de la riqueza.


Nuestro despilfarro de alimentos, por ejemplo, unido a otros factores, puede acentuar el hambre que afecta a cerca de 900 millones de personas repartidas por todo el mundo, pues contribuye al alza de los precios de los alimentos.


Además, la oferta masiva de productos y servicios nos genera una sensación de pérdida de valor de las cosas, y terminamos tirando a la basura recursos en realidad muy valiosos, como ocurre por ejemplo con los residuos electrónicos.


Mientras, en nuestro entorno, se acumulan los residuos, se contaminan y pierden recursos esenciales para nuestra supervivencia y se rompe el equilibrio ecológico.


Midiendo el impacto de nuestro consumo en el medio ambiente: nuestra huella ecológica no es ecológica


Sin necesidad de recurrir a la contabilidad, todos somos capaces de darnos cuenta de que nuestro entorno natural se va transformando a medida que avanzamos en nuestro proceso de desarrollo.


De nuestros paisajes desaparecen bosques, a veces incluso montañas, encontramos con facilidad residuos en los cauces de los ríos o en las playas o nubes de humo flotando sobre grandes ciudades.


Sin embargo, nos resulta más difícil darnos cuenta del impacto que esos daños aquí y allá tienen sobre el sistema global que nos sostiene y del cual formamos parte. A pesar de los cambios que apreciamos localmente y de las advertencias de los ecologistas, el mundo sigue girando y nosotros con él.


Para cuantificar el impacto de nuestro consumo en el medio ambiente, se utilizan indicadores que nos pueden dar una idea de cuánto estamos dañando los recursos de los que se alimentan nuestras economías, de cuánto estamos reduciendo nuestras posibilidades de supervivencia.


El más utilizado es la huella ecológica en combinación con la biocapacidad de la Tierra.


Sin entrar a definir este indicador, pues alargaría demasiado la extensión de este apartado, el cálculo de la huella ecológica nos lleva a la conclusión de que estamos consumiendo más recursos en un año de los que la Tierra es capaz de producir durante ese año; es decir estamos consumiendo además de los intereses, parte del capital generado en el planeta tras millones de años de evolución.


Desde el año 2008, nuestro Planeta necesita un año y medio para regenerar lo que nosotros consumimos en uno, según datos del Informe Planeta vivo 2012 de WWF.


Más info:


Global Footprint Network Red internacional que persigue el objetivo de cuantificar lo mejor posible nuestro impacto sobre el medio ambiente, nuestra huella ecológica (en inglés, con apartados traducidos al español).


Tu huella ecológica Sitio en el que puedes realizar una estimación de tu huella ecológica.


Hacia un consumo más ecológico: Consumo consciente, consumo responsable


Observar el transcurrir de nuestra vida diaria nos lleva a darnos cuenta de que, en cada actividad que realizamos, utilizamos recursos que, directa o indirectamente, provienen de la Naturaleza, y que esa utilización tiene consecuencias sobre nosotros y sobre nuestro entorno; positivas y/o negativas, dependiendo de la manera en que se produzca ese uso.


Observando nos damos cuenta de que diferentes estilos de vida y hábitos de consumo causan distintos daños, más o menos acusados. Y que el consumo humano, globalmente, está provocando perjuicios que ponen en jaque la biodiversidad del Planeta y nuestra propia supervivencia como especie.


Todos usamos recursos y todos somos corresponsables, en mayor o menor medida, según nuestros hábitos de consumo, de las consecuencias medioambientales y sociales a las que dan paso.


Por ello yo creo que, de todas las respuestas que se pueden dar como solución, la más elemental es el ejercicio de un consumo consciente y responsable, por su capacidad transformadora del entorno y de la sociedad desde la raíz del problema.


Se entiende por consumo responsable aquel en el que la elección de productos y servicios se realiza atendiendo a su impacto medioambiental y social durante todo su ciclo de vida (extracción de materias primas y energía, producción, uso y eliminación), y no sólo por su calidad o su precio.


Esto implica consumir ajustándose a nuestras necesidades básicas de bienestar sin llegar a comprometer la capacidad del Planeta para seguir suministrándonos recursos a todos, generación tras generación, y para actuar de sumidero de los residuos que producimos. Requiere hacer este más consciente y para la mayoría de los habitantes de los países “desarrollados”, esto supondría consumir menos.


Tomar consciencia de las consecuencias que tiene nuestra forma de consumir y asumir nuestra parte de responsabilidad, no es la respuesta total; habrá situaciones que no cambiarán con facilidad cuando nos cueste adoptar nuevos hábitos, ya sea por motivos internos y/o externos; aunque otras, sí.


La solución de estos problemas está tanto en las manos de la sociedad en su conjunto como en nuestras manos individuales: como consumidores elegimos, dentro de ciertos límites, la cantidad y el tipo de recursos con los que procuramos satisfacer nuestras necesidades.


Podemos, pues, elegir consumir de un modo más ajustado a nuestras necesidades básicas de bienestar y a las posibilidades del Planeta de satisfacerlas de modo equitativo y duradero.


Esta capacidad de elección es un importante instrumento de presión, tanto directa como indirecta, para el cambio.


En nuestras sociedades “desarrolladas”, en las que casi todo está sujeto a compraventa, y en las que el mercado está atiborrado de una gran variedad de productos y servicios, puede resultar complicado realizar un consumo sostenible desde el punto de vista ecológico y social.


A veces, el problema es la falta de información, otras que no tenemos un fácil acceso a servicios o productos más ecológicos y/o socialmente más justos, y otras el precio demasiado alto de estos productos o servicios.


Sin embargo, esta situación está cambiando poco a poco, y cada vez disponemos de más y mejor información para realizar un consumo responsable, así como una mayor oferta de productos y servicios que cumplen criterios de sostenibilidad ecológica y justicia social, y a precios más asequibles.


Podéis encontrar más ideas para realizar un consumo más responsable en las páginas páginas web, sobre consumo responsable, algunas de las cuales son bastante recientes y tratan de dar respuesta a la necesidad creciente de conocer otras opciones de consumo y cuáles tenemos disponibles en nuestro entorno local:


Comsumpedia Recoge información útil para realizar un consumo consciente en relación a varios productos/servicios de uso habitual (aceite de oliva, detergentes, pasta de dientes, libros…).


La información procede de la revista opcions elaborada por el CRIC (Centro de Investigación e Información en Consumo), organismo de referencia obligada en relación con el consumo responsable en España.


Este centro también prepara el lanzamiento del Banco de Recursos para un Consumo Consciente y Transformador, un recurso online que recogerá tanto guías prácticas de consumo en distintos ámbitos de nuestra vida como el mapeado de iniciativas que favorezcan el consumo responsable a nivel estatal, además de ofrecer un espacio de reflexión participativa.


Otra iniciativa de ámbito estatal, similar al Banco de Recursos del CRIC y que, como este, también está en desarrollo, es el Mercado social puesto en marcha por REAS.


Además, existen otras iniciativas de carácter más local de mapeado de recursos e iniciativas concretas para un consumo responsable, que tratan de facilitar el contacto entre los distintos actores que participamos en la cadena de consumo.


Mecambio Sitio web promovido por una plataforma ciudadana que apuesta por una economía más real que distribuya mejor los bienes y que sea más eficiente.


Es una respuesta a una necesidad colectiva de cambio, sentida como algo que ha de venir a través del cambio de nuestros hábitos diarios. Ofrece abundante información sobre alternativas de consumo en distintos ámbitos de nuestra vida, e incluye fichas de evaluación en las que se resaltan los puntos fuertes y los débiles de esa alternativa.


Consumoresponsable.org Espacio elaborado por la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES) con muchos consejos para introducir lo ecológico en nuestro día a día y para que nuestras compras sean más responsables.


Consuma responsabilidad Recursos para un consumo responsable en la comunidad de Madrid.


Fundación Vida Sostenible En la página web de esta Fundación disponen de un apartado dedicado al consumo responsable donde es posible evaluar la huella ecológica de nuestro modo de consumir e información sobre distintas posibilidades de hacer nuestra vida más sostenible.